Cuando te recuerdo lo primero que viene a mi mente son tus grandes y expresivos ojos, tu encantadora y amplia sonrisa, tu agradable conversación. Cuando te conocí recuerdo todo como un set de película, un amplio jardín, triciclos y botes donde pasear, lagos llenos de hermosas aves, parejas acurrucadas demostrándose cariño, el atardecer y al fondo… La ciudad eterna: Roma.
Luego vinieron las parrandas, las sesiones de baile que parecían infinitas y nosotros allí disfrutando y deseando que nunca acabara la noche.
Los paseos por aquellas calles desoladas en donde el intenso frío nos hacía abrazarnos como “amigos” para transmitirnos calor el uno al otro. Recuerdas como buscábamos cualquier excusa para ir a tu casa y acompañarte a recoger “algo”. Y lo mas cómico, recuerdas como una vez allí eras esquiva y rápidamente regresábamos con el grupo. Y yo que a cada rato me inventaba algo, hasta enfermarme falsamente para que fueses a mi casa… pero siempre contaba con la mala suerte de la compañía de alguien más. Y tú eras capaz de oler cuando estaba completamente solo y así lograbas huir a mis invitaciones. Así transcurrieron esos días, intensos, entre paseos, frío, caminatas, amigos, excusas y luego al final el encuentro.
Lamentablemente llego la partida, no había mas opción.
Solo nos quedaban esos momentos vividos y la incertidumbre de si algún día volveríamos a sentir nuestros aromas, palpar nuestras pieles y volver a reflejarnos en los ojos del otro. Aquella fría madrugada, debajo del farol que alumbra tu casa, intente acompañarte a la puerta y muy sutilmente me dijiste que no. Ahora me doy cuenta que debí insistir y finalmente incumplir alguno de tus caprichos.
Hoy es otra historia, cada quién ha regresado a la realidad de sus vidas, cada uno se ha sumido en su rutina y mas de 9 mil kilómetros separan esos recuerdos, que en vez de haber desaparecido, creo han quedado congelados por el frío viento en las calles de Roma y así como la ciudad en donde nacieron, estos serán eternos. Estoy seguro que solo esperan porque nos volvamos a encontrar para que el calor de nuestras almas emitan la energía necesaria para retomar su vida. El destino nos separo muy lejos, nos unió nuevamente, y por algún motivo nos volvió a separar… pero estoy seguro, le falta una última jugada, y esa, es nuestro reencuentro.
Allí llegaré, y en ese farolito que alumbra tu casa te esperaré… Por ahora, por más que hagamos, solo nos queda esperar. Tengamos paciencia y sobre todo Fe en que las almas son eternas igual que el sentimiento que ambas han decidido experimentar…
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